Manuel Vázquez, agente secreto

Vázquez no fue un dibujante al uso. No lo fue su obra y no lo fue su vida. Su dibujo audaz, sintético, escaso de líneas, sus tiras cómicas de ritmo frenético y sus personajes subversivos solo pudieron haber nacido de una vida igualmente delirante.

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Las hermanas Gilda (1949), La familia Cebolleta (1951) o Anacleto, agente secreto (1965) forman parte desde los años de posguerra del acervo cultural español. Pero quizá el personaje más complejo alumbrado por Vázquez haya sido él mismo; críptico, se divirtió mezclando realidad y ficción en su propia biografía. Había en ello algo de divertimento, del hombre cautivado por el absurdo de Jardiel Poncela, pero había también un punto de necesidad: Manuel Vázquez pasó la mayor parte de su vida huyendo de acreedores, respondiendo a demandas y cambiando de mujer. Dejó como legado siete matrimonios, once hijos y unas cuantas estancias en la cárcel. Al menos, eso aseguraba él. Sarcástico hasta los huesos, parodió su propia vida en Los cuentos del Tío Vázquez.

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La trascendencia de Vázquez en el tebeo español es difícil de valorar en toda su dimensión. Trabajando para la editorial Bruguera, no solo produjo series memorables sino que también influyó en la creación de personajes con un recorrido mayor que los suyos propios, caso de los Mortadelo y Filemón o 13 Rue del Percebe de Francisco Ibáñez1. Sin embargo, los estilos gráficos de ambos dibujantes acabaron por ser antagónicos; Vázquez confió siempre en la claridad del trazo como base de su expresión, en una línea dinámica y concisa próxima a la obra del argentino Guillermo Divito, mientras que Ibáñez derivó hacia un estilo más barroco influido por André Franquin.

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Vázquez nunca pareció cómodo con las imposiciones de una vida normal, y mucho menos con la monotonía exigente de una gran editorial. Él se veía a sí mismo como un pícaro, como un hombre capaz de recurrir a su astucia para salir airoso de los inverosímiles entuertos que él mismo propiciaba.
Indisciplinado, inconstante, voluble, anárquico. Y genial con un lápiz en la mano.

Notas:
1. Así lo asegura en esta entrevista el propio Manuel Vázquez.